Los peligros de la leche y sus derivados
La leche
animal y sus derivados (nata, natillas, yogures, helados, batidos, etc) se
encuentran actualmente entre los alimentos de mayor consumo del mundo. Se
alaban sus propiedades nutritivas, lo ricos que son y lo imprescindibles que
resultan para mantener los huesos sanos merced a su riqueza en proteínas,
vitaminas y minerales, especialmente el calcio. Pero, ¿es eso verdad o más bien
se trata de productos no precisamente saludables que causan muy diversas patologías?
El ser
humano es único en la naturaleza por múltiples razones destacando entre ellas
el hecho de que se trata del único mamífero que ingiere leche procedente de
otro animal pasado el periodo de lactancia. Y lo hace a pesar de saberse que la
leche que produce cada mamífero es específica para su especie y que la
naturaleza la ha hecho idónea para las necesidades de su cría y no para las de
otra. Es más, la madre Naturaleza previó que los mamíferos -es decir, los
animales que maman- obtengan la leche directamente de las mamas de sus madres
sin contacto con agente externo alguno ya que se trata de una sustancia que se
altera y contamina con gran facilidad. Los humanos, sin embargo, en el
convencimiento de que es sano seguir tomándola siendo ya adultos hemos alterado
hasta las leyes de la naturaleza para poder mantenerla en condiciones adecuadas
de consumo. Y, sin embargo, son muchas las evidencias que indican que tan
preciado líquido está detrás de muchas de las dolencias que hoy nos aquejan.
Obviamente
la composición de cada leche varía en función del animal, de la raza, del
alimento que haya recibido, de su edad, del periodo de lactancia, de la época
del año y del sistema de ordeño, entre otras variables. Y si bien su principal
componente es el agua su presunto interés nutritivo radica en que además
contiene grasas (ácidos grasos saturados y colesterol), proteínas (caseína,
lactoalbúminas y lactoglobulinas), hidratos de carbono (lactosa,
fundamentalmente), vitaminas (cantidades moderadas de A, D y del grupo B) y
minerales (fósforo, calcio, zinc y magnesio). Las proporciones dependen ya del
tratamiento que se haya dado a la materia prima por lo que no contiene la misma
grasa la “leche entera” que la “leche descremada” (vea el recuadro que se
adjunta al respecto). Ahora bien, ¿es realmente saludable ingerir leche y
productos lácteos? Porque no sólo son muchos los investigadores que discrepan
de esa opinión sino que hay cada vez más estudios que cuestionan esa
aseveración.
EL PROBLEMA DEL CALCIO
La razón
fundamental por la que los nutricionistas occidentales -no así los orientales-
recomiendan tomar leche y sus derivados es porque la consideran muy nutritiva y
especialmente rica en calcio agregando que la ingesta periódica de ese mineral
es imprescindible para mantener la salud, sobre todo la de los huesos. Y en ese
convencimiento muchas personas beben cantidades importantes de ella al punto de
que algunas -es el caso de millones de norteamericanos- prácticamente la toman
en lugar de agua. Sin embargo es precisamente en Estados Unidos, el mayor
consumidor mundial de leche, donde más incidencia de osteoporosis hay entre su
población.
¿Alguien
puede explicar razonadamente tan singular paradoja?
Lógicamente
no puede extrañar que cada vez más expertos alcen su voz abiertamente afirmando
que la leche y sus derivados no sólo no son alimentos adecuados para el ser
humano sino que ni siquiera constituyen una buena fuente de calcio porque una
cosa es la cantidad de ese mineral presente en ella y otra muy distinta su
biodisponibilidad. Además está por ver si la necesidad de él que precisa el
organismo es la que publicitan las empresas lácteas.
Resultan
ilustrativos a ese respecto los resultados del estudio que con 78.000 mujeres
de entre 34 y 59 años llevaron a cabo durante 12 años varios profesores de la
Universidad de Harvard en Estados Unidos y que fue publicado en el American
Journal of Public Health en 1997. Porque sus conclusiones desmienten la tesis
de que un mayor consumo de leche u otras fuentes alimenticias de calcio por
mujeres adultas las proteja de fracturas propias de la osteoporosis como son
las de cadera o antebrazo.
También es
interesante recordar el Proyecto Cornell Oxford-China de Nutrición, Salud y
Medio Ambiente que se inició en 1983 con un estudio pormenorizado de los
hábitos cotidianos de 6.500 habitantes de 65 provincias dispersas de la China
rural ya que constituye una de las investigaciones más rigurosas y concluyentes
efectuadas en materia de salud. Y ese trabajo demostró -entre otras cosas- que
la leche animal desmineraliza a los adultos. Es decir, se comprobó que las
mujeres que no tomaban leche de vaca y su único alimento eran el arroz, los
vegetales, la soja y sus derivados no padecían osteoporosis. Y que, sin
embargo, si dejaban esa dieta e introducían la leche de vaca sus niveles de
calcio bajaban y aumentaba la incidencia de esa patología.
Gracias a
las investigaciones llevadas a cabo por el doctor John McDougall -médico
nutricionista del St Helena Hospital de Napa (California, Estados Unidos)- sabemos
también que la mujeres de la etnia bantú no toman leche pero sí calcio
procedente de fuentes vegetales y, sin embargo, a pesar de que tienen una media
de 10 hijos y los amamantan durante largos periodos no padecen osteoporosis.
Otro ejemplo
de la relación entre leche y osteoporosis lo constituye el trabajo del doctor
William Ellis, ex presidente de la Academia Americana de Osteopatía Aplicada,
quien estableció que las personas que toman de 3 a 5 vasos de leche diarios
presentan los niveles más bajos de calcio en sangre. Agregando que tomar mucha
leche implica ingerir grandes cantidades de proteínas lácteas y éstas producen
un exceso de acidez que el organismo intenta compensar mediante la liberación
de minerales alcalinos.
En esa misma
línea se expresa un estudio publicado en el American Journal of Clinical
Nutrition que afirma que el exceso de proteínas de la leche es uno de los
factores más importantes en el avance de la osteoporosis. En dicho estudio
-publicado ya en 1983- se demostraba que hasta la edad de 65 años las mujeres
que no toman leche y son vegetarianas tienen un 18% de pérdida de hueso
mientras las omnívoras padecen una pérdida ósea del 35%.
Y estudios
más recientes muestran que con una ingesta de 75 gramos diarios de proteína
láctea se pierde más calcio en la orina del que se absorbe a través de la
dieta.
A todo esto
hay que añadir que la relación calcio/fósforo de la leche de vaca no es
adecuada para el ser humano pues su contenido es demasiado elevado en fósforo y
por eso su ingesta acidifica el organismo. Con las numerosas implicaciones
negativas para la salud que ello implica.
LA OPINIÓN DE JEAN SEIGNALET
Como por
otra parte ya publicó Discovery DSALUD en los números 78 y 79 también el finado
doctor Jean Seignalet -hematólogo, inmunólogo, biólogo, catedrático de Medicina
de la Universidad de Montpellier durante muchos años y autor de más de
doscientas publicaciones en prestigiosas revistas médicas- denunció en su obra
La Alimentación, la 3ª Medicina que muchas patologías y la
proliferación actual de otras se debe básicamente a cinco razones: el consumo
de cereales domésticos, la ingesta de leche animal y sus derivados, la cocción
de los alimentos, el refino de los aceites y la contaminación alimenticia con
la consiguiente carencia de vitaminas y minerales. Afirmando en lo que a la
leche se refiere lo siguiente: “Muchas personas piensan que prescindir de la
leche puede provocarles pérdida de calcio y problemas como la osteoporosis pues
la televisión, la prensa y la mayoría de los médicos repiten que la solidez de
los huesos depende de su cantidad de calcio y sólo el consumo diario de
productos derivados de la leche puede aportarles en cantidad suficiente ese
precioso calcio. Sin embargo, yo digo firmemente que NO. El peligro de la falta
de calcio es una ilusión. Es cierto que la leche de vaca es rica en calcio pero
una vez en el tubo digestivo humano la inmensa mayoría del mismo es precipitado
en forma de fosfato de calcio y expulsado a través de las heces fecales. Sólo
una pequeña parte es absorbida. El calcio asimilable es aportado en cantidad
más que suficiente por los vegetales: hortalizas, legumbres secas, verduras,
carnes crudas y frutos secos y frescos. Además el calcio es un mineral muy
abundante en el suelo donde es recuperado por las raíces de las plantas. En
definitiva, eliminar de la alimentación la leche animal no provoca carencia de
calcio. Al contrario, el régimen hipotóxico -desprovisto de derivados de la
leche- acompañado de magnesio y silicio bloquea 70 veces de cada 100 la evolución
de la osteoporosis e incluso permite a veces recuperar parte del terreno
perdido”.
LA CASEÍNA DE LA LECHE
Mencionábamos
al describir la composición de la leche que una de sus proteínas principales es
la caseína. Pues bien, se sabe que el niño lactante asimila completamente las
caseínas de la leche materna… pero no las de la leche de vaca. Tales proteínas
sólo se digieren parcialmente por el efecto neutralizador de la leche sobre la
acidez gástrica, indispensable para su ruptura.
¿Y qué
efectos provoca esa sustancia viscosa que es la caseína animal en nuestro
organismo? Pues hay que decir que en algunas personas se adhiere a los
folículos linfáticos del intestino impidiendo la absorción de otros nutrientes
(de hecho la caseína se utiliza como pegamento para papel, madera, etc.).
Además su hidrolización parcial tiene otras consecuencias. Por ejemplo,
desembarazarse de sus residuos metabólicos supone un gasto energético
suplementario para el organismo y puede provocar problemas inmunológicos. Así,
en personas que presentan deficiencias de inmunoglobulinas IgA esta proteína
pasa al torrente sanguíneo y genera gran variedad de reacciones autoinmunes
(las mencionaremos más adelante al hablar de las enfermedades relacionadas con
el consumo de leche). Y si tenemos en cuenta -como se recoge en un informe del
Memorial Kettering Hospital de Nueva York (Estados Unidos)- que la deficiencia
de antígenos IgA es uno de los problemas más comunes en cuanto a deficiencias
inmunitarias el problema pasa a tener dimensiones mucho más preocupantes.
LAS GRASAS DE LA LECHE
La leche
humana contiene 45 gramos de lípidos por litro de los que el 55% son ácidos
grasos poliinsaturados y un 45% saturados. Y tiene, sobre todo, un elevado
contenido en ácido linoleico, precursor de prostaglandinas y leucotrienos
antiinflamatorios. En cambio la leche de vaca -la más consumida- contiene un
70% de ácidos grasos saturados y un 30% de poliinsaturados. Una estructura que
favorece la formación de prostaglandinas y leucotrienos inflamatorios. Además
ese 30% de poliinsaturados pierde sus propiedades cuando por efecto del calor
-entre 40 y 45 Cº- se desnaturalizan y ya no pueden
ser precursores de sustancias antiinflamatorias. Por lo que la leche tratada
para poder ser consumida es ¡una sustancia 100% inflamatoria
Por otra
parte la pasteurización y la homogeneización provocan que las grasas saturadas
atraviesen las paredes intestinales en forma de pequeñas partículas no
digeridas lo que inexorablemente aumenta los niveles de colesterol y grasas
saturadas en sangre. Además el contenido en colesterol de la leche es superior
al de otros alimentos famosos por ser ricos en ese elemento. De hecho algunos
países ya han retirado la leche de la lista de alimentos fundamentales para la
dieta porque se ha observado que los niños que acostumbran a tomar varios vasos
de leche al día tienen sus arterias en peores condiciones que los que no la
toman. Una información que, curiosamente, no parece haber llegado a Estados
Unidos pues según su Departamento de Agricultura casi el 40% de la comida
diaria que ingieren los norteamericanos consiste en leche y/o productos
lácteos. Lo cual significa que un estadounidense medio toma diariamente sólo
con los productos lácteos 161 miligramos de colesterol. Y eso es tanto como
ingerir ¡53 lonchas de tocino al día! Y luego se extrañan de que la cuarta
parte de la población norteamericana sea obesa o padezca sobrepeso.
Añadiremos
finalmente un dato importante que aporta el ya mencionado doctor John
McDougall: en el afán por aumentar sus ventas la industria lechera relaciona el
contenido de grasa de la leche… con el peso. Lo que le permite decir que la de
vaca contiene “sólo” un 2% de grasa por cada 100 gramos. Y, claro, dicho así
parece que estemos hablando de un producto bajo en grasa. Sin embargo debemos
entender que el 87% de la leche es agua por lo que si descartamos ésta el
porcentaje real de grasa sobre la sustancia sólida es mucho mayor. ¡Y no
hablemos ya de la leche condensada!
LA CARGA HORMONAL
Conviene
saber también que la leche contiene aproximadamente 59 tipos diferentes de
hormonas -pituitarias, esteroideas, adrenales, sexuales, etc.- siendo las más
importantes las hormonas del crecimiento cuya acción, unidas a la riqueza
proteica de la leche de vaca, hacen posible el rápido crecimiento de los
terneros de forma que en breve plazo llegan a doblar su peso. Y es evidente que
los humanos no tenemos precisamente esa necesidad. Además niveles elevados de
esa hormona, unidos a otros tóxicos, se consideran hoy causa de la aparición de
diversas enfermedades degenerativas.
Hay que
añadir a ese respecto que resulta kafkiano tener que reseñar que ya en 1994 la
Food and Drug Administration (FDA) -es decir, la agencia del medicamento
norteamericana- aprobó que la compañía Monsanto usara la Hormona Recombinante
de Crecimiento Bovino (rBGH) -también conocida como bovine somatotropin o rbST-
para aumentar la producción de leche en las vacas entre un 10 y un 25%. Porque
según se publicó en The Ecologist en 1998 “el uso de rBGH incrementa los niveles
de otra hormona proteica -el factor de crecimiento 1 tipo insulina (IGF-1)- en
la leche de las vacas. Y dado que el IGF-1 es activo en los humanos -causando
que las células se dividan- algunos científicos piensan que una ingesta de
leche tratada con altos niveles de rBGH podría dar paso a la división y
crecimiento incontrolados de células en los humanos. En otras palabras:
cáncer”. De hecho son tantos los peligros potenciales de esa hormona que su uso
está prohibido actualmente en Canadá y la Unión Europea así como en otros
países.
La profesora
Jane Plant, sobre cuya ilustrativa experiencia personal hablamos en el recuadro
adjunto y que es autora del libro Your life in your hands (Tu vida en tus
manos), explica en él que el IGF-1 es además especialmente activo durante la
pubertad y el embarazo. En el caso de las niñas púberes -explica- esta hormona
estimula el tejido de la mama para que crezca. Y durante el embarazo ensancha
los tejidos mamarios y los conductos de la leche materna para favorecer la
lactancia
Agregando
con rotundidad: “Niveles altos de esta hormona incrementan hasta tres veces el
riesgo de padecer cáncer de mama o de próstata por parte de quienes consumen
tanto la leche como la carne de las vacas lecheras. Y en contra de la
afirmación de que la pasteurización la destruye entiendo que la caseína evita
que eso ocurra y que la homogeneización facilita que la IGF-1 alcance el
torrente sanguíneo. Asimismo, los propios estrógenos que se añaden a la leche
bovina son otro de los factores que estimulan la expresión nociva de esta
hormona y que, indirectamente, acaban provocando la aparición de tumores”.
TÓXICOS EN LA LECHE
Debemos
añadir que la leche puede además estar contaminada por productos químicos,
hormonas, antibióticos, pesticidas, pus procedente de las mastitis -tan
frecuentes en las vacas ordeñadas permanentemente-, virus, bacterias, priones…
Sin olvidar que hoy se “enriquece” tanto la leche como los productos lácteos
con aditivos, vitaminas y minerales sintéticos, semillas, plantas, frutas, proteínas,
ácidos grasos… En algunos casos, por cierto, con grasa de animales distintos.
Con lo que uno puede estar ingiriendo leche de vaca enriquecida con grasa de
cerdo… sin saberlo.
¿Y cuáles
son las sustancias tóxicas que con más frecuencia puede uno encontrarse en un
vaso de leche de vaca, la más consumida? Pues son éstas:
Metales y
plásticos. El equipo utilizado en la explotación ganadera para obtener,
conducir o almacenar la leche puede contaminarla. De hecho se ha llegado a
detectar en ella hierro, cobre, plomo, cadmio, zinc, etc., o sus aleaciones. Lo
que puede provocar una actividad catalítica nefasta sobre las reacciones de
oxidación que se producen en ella.
Detergentes
y desinfectantes. Hablamos de formol, ácido bórico, ácido benzoico, sales alcalinas,
bicromato potásico, etc., sustancias que se emplean en la limpieza y
desinfección del material que se pone en contacto con la leche. Su uso está
justificado ya que el agua por sí sola es incapaz de arrastrar los restos de
materia orgánica y destruir las bacterias que contaminan las instalaciones y
que pueden pasar a la leche.
Pesticidas y
fertilizantes. En la comida que se da a las vacas se pueden encontrar
compuestos químicos con los que se ha procurado tanto el incremento de las
cosechas como su mejor conservación. En este grupo se incluyen acaricidas,
nematicidas, fungicidas, rodenticidas y herbicidas. Compuestos químicos -DDT,
dieldrin, lindano, metoxiclor, malation, aldrín, etc.- que pueden ocasionar
cáncer.
Micotoxinas.
Procedentes del alimento que se da a las vacas cuando éste está contaminado por
mohos, muy especialmente por el aspergillus flavus.
Antibióticos
y otros fármacos. Actualmente se emplean de forma habitual en el tratamiento y
prevención de las enfermedades infecciosas y parasitarias de las vacas pero
pueden pasar a la leche contaminándola. Un problema que se agrava al saber que
el uso excesivo y continuado de estos fármacos en animales ha acabado
provocando que determinadas cepas de gérmenes patógenos se hayan hecho
resistentes y al pasar a los humanos éstos encuentren dificultades para superar
la enfermedad con antibióticos.
Por eso es
peligroso el consumo de leche extraída de vacas así tratadas. Ya en 1976 el
diario Daily Herd Management publicaba que “la mayoría de las fábricas [de leche]
usan cerca de 60 clases de tratamientos químicos [antibióticos] para tratar la
hinchazón de pezón después de cada ordeñada y para reducir la propagación de
mastitis (inflamación de ubres) en sus rebaños. Hay evidencia de que algunas de
esas zambullidas químicas dejan residuos en la leche que pueden ser peligrosos
para los humanos”. Diez años después todo seguía igual y el prestigioso The New
York Times afirmaba que “los residuos de antibióticos en la leche están
causando reacciones alérgicas en algunas personas debido a tratamientos
rutinarios para prevenir la hinchazón de los pezones de las vacas y programas
de infusión en las fábricas lecheras.”
Contaminación
radioactiva. Es otro de los problemas que preocupan en la actualidad y si bien
los residuos producidos por el uso específico de la energía nuclear no
ocasionan problemas más que en raras ocasiones es necesario prestar atención.
Dioxinas.
Estos derivados del cloro merecen atención especial. Además de estar
relacionados con el cáncer de pulmón y los linfomas la exposición a las
dioxinas se ha relacionado con la diabetes, los problemas de desarrollo del
niño y diversos desarreglos del sistema inmune.
ENFERMEDADES RELACIONADAS CON EL CONSUMO DE LECHE
Ante todo lo
expuesto son cada vez más las voces que alertan de la posible relación -más o
menos directa- entre el consumo de leche y las dolencias que se relacionan a
continuación:
Anemia
ferropénica. El doctor Frank Oski -director del Departamento de Pediatría de la
Escuela de Medicina de la Universidad de Johns Hopkins (Estados Unidos)-
asevera en su libro Don’t Drink Your Milk! (¡No bebas tu leche!) que en su país
entre el 15 y el 20% de los niños menores de 2 años sufren anemia por
deficiencia de hierro y que la mitad del resto de las anemias que se producen
en Estados Unidos están relacionadas con el consumo de leche y sus derivados
por los pequeños sangrados gastrointestinales que la leche puede provocar.
Artritis
Reumatoidea y Osteoartritis. Está constatado que los complejos
antígeno-anticuerpo generados por la leche se depositan a veces en las
articulaciones provocando su inflamación y entumecimiento. Estudios realizados
en la Universidad de Florida (Estados Unidos) confirman que los síntomas se
agravan en pacientes con Artritis Reumatoidea que consumen leche. Por otro
lado, en un artículo publicado en la revista Scandinavian Journal of
Rheumatology se afirmaba que en personas afectadas de esa patología que dejaron
de ingerir lácteos y tomaron sólo agua, té verde, frutas y zumos vegetales
entre 7 y 10 días la inflamación y el dolor disminuyeron significativamente.
Agregando que cuando alguno volvía a una dieta lacto-ovo-vegetariana los
síntomas reaparecían. Por su parte, un grupo de investigadores israelíes
demostró en 1985 -por primera vez- que la leche puede inducir también la
artritis reumatoidea juvenil. La asociación de la leche con la artritis
reumatoidea del adulto ya se había establecido anteriormente pero no se había
hallado ninguna asociación con la juvenil hasta el hallazgo de esos científicos.
Asma. Se
sabe que la leche puede estimular la producción excesiva de moco en las vías
respiratorias y que la alergia a la leche es causa de asma. Además está
completamente demostrado que los niños con exceso de moco y dificultades
respiratorias a los que se les retira la leche de vaca mejoran de forma
sorprendente.
Autismo.
Investigadores italianos descubrieron que los síntomas neurológicos de los
pacientes autistas empeoran cuando consumen leche y trigo. Se cree que los
péptidos de la leche pudieran tener un efecto tóxico en el sistema nervioso
central al interferir con los neurotransmisores. En sus investigaciones los
doctores de la Universidad de Roma notaron una mejoría marcada en la conducta
de esos enfermos tras dejar de ingerirla ocho semanas. En su sangre había altos
niveles de anticuerpos contra la caseína, la lactoalbúmina y la
betalactoglobulina.
Cáncer de
estómago. Investigadores del Instituto Nacional de Salud Publica de Morelos
(México) encontraron un aumento significativo del riesgo de contraer cáncer de
estómago en pacientes que consumían productos lácteos. En los que además
consumían carne el riesgo se triplicaba.
Cáncer de
mama. La leche está considerada por muchos expertos causa directa de este
“tipo” de cáncer. Si a ello añadimos la influencia que tiene la hormona
insulínica las probabilidades de sufrirlo aumentan considerablemente en las
grandes consumidoras de leche.
Cáncer de
ovarios. La galactosa -uno de los azúcares de la leche- se ha relacionado
también con el cáncer de ovarios. Algunos investigadores consideran que las
mujeres que beben más de un vaso de leche entera al día tienen tres veces más
probabilidades de contraer cáncer de ovarios que las que no lo ingieren.
-Cáncer de páncreas. Investigadores de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) afirman que existe una relación “positiva y fuerte” entre el cáncer del páncreas y el consumo de leche, huevos y carne.
Cáncer de
próstata. Un estudio presentado hace más de veinte años en una reunión de la
American Association of Cancer Research en San Francisco y publicado en
Oncology News ya revelaba, según el doctor Chan -epidemiólogo de la Universidad
de Harvard-, que el consumo de mucha leche y sus derivados está asociado con un
incremento del riesgo de cáncer de próstata en los hombres. Explicando que ello
se puede deber a que el alto contenido de calcio de la leche hace disminuir la
cantidad de vitamina D del cuerpo, encargada de proteger del cáncer de próstata
a pesar de que la propia leche la contiene. Epidemiólogos italianos del Aviano
Cancer Center calcularon ese aumento del riesgo y establecieron que es 1,2
veces mayor entre quienes beben de 1 a 2 vasos de leche diaria que entre los
que no la consumen. Sin embargo, si se toman dos o más vasos de leche al día el
nivel de riesgo de padecer ese cáncer aumenta a 5.
Otro estudio
-realizado por el mismo equipo de investigadores de la Universidad de Harvard-
descubrió que los hombres que consumen grandes cantidades de leche y/o lácteos
tienen un 70% de riesgo de contraer cáncer de próstata. Opinión que comparte un
grupo de científicos noruegos de la Universidad de Oslo quienes afirman que
consumir leche es un riesgo para contraer cáncer de próstata. Añadiendo que,
sorprendentemente, el consumo de leche desnatada está asociado con un mayor
incremento que la leche entera.
Cáncer de
pulmón. Investigadores holandeses concluyeron en 1989 que las personas que
toman tres o más vasos de leche diaria tienen dos veces más probabilidad de
desarrollar cáncer de pulmón que los que no la toman. Y que, sin embargo
-contra lo que afirman sus colegas noruegos- las personas que toman esa misma
cantidad pero de leche desnatada parecen estar más protegidas. También se
coligió en el Roswell Park Memorial Institute de Nueva York que entre las
personas que beben tres o más vasos de leche entera al día aumenta el riesgo de
desarrollar cáncer de pulmón en un 200% (comparado con aquellos que nunca la
toman). Además se ha documentado que existe relación directa entre la hormona
somatotropina y el cáncer de pulmón, y entre éste y las dioxinas que contaminan
la leche.
Cáncer de
testículos. Investigadores británicos descubrieron que también hay relación
entre el cáncer testicular y el consumo de leche. El riesgo encontrado fue 7,19
veces mayor que en la población general y aumenta en un 1,39 por cada cuarto de
leche adicional que se consume.
Cataratas.
Hay una creciente evidencia de la relación entre el consumo de leche y las
cataratas. Según diversos estudios científicos las poblaciones humanas que
consumen grandes cantidades de productos lácteos tienen mayor incidencia de
cataratas que aquellos que los evitan. Este defecto se ha relacionado con la
lactosa y la galactosa. Siendo la relación más evidente entre la mujeres que
entre los hombres. El tipo más frecuentemente es la catarata cortical.
Colitis
ulcerosa. También el consumo de leche se ha asociado a esta dolencia.
Colon irritable. Hay diversos estudios que vinculan igualmente la ingesta de leche con el desarrollo de esta patología.
Colon irritable. Hay diversos estudios que vinculan igualmente la ingesta de leche con el desarrollo de esta patología.
Diabetes
Mellitus Tipo I. Diferentes investigaciones demuestran que los lactantes
alimentados con leche de vaca presentan un mayor riesgo de padecer diabetes
insulinodependiente -conocida como diabetes tipo I- ya desde su niñez. Un
estudio publicado en la Revista de Medicina de Nueva Inglaterra identifica la
leche como “elemento responsable o factor desencadenante en algunas personas
genéticamente sensibles” . Los médicos que realizaron la investigación
descubrieron que los diabéticos analizados tenían unos niveles de anticuerpos
más altos de lo normal que reaccionaban con una proteína de la leche llamada
suero de albúmina bovina atacándola como invasora y destruyéndola. Pero resulta
que -¡fatal coincidencia!- una sección de esa proteína es casi idéntica a una
proteína de la superficie de las células productoras de insulina por lo cual,
según afirman, las defensas de las personas sensibles a ella terminan atacando
a sus propias células causando así su autodestrucción. Por lo que coligen que
eliminar la leche y sus derivados de la dieta infantil podría disminuir
drásticamente la incidencia de este tipo de diabetes.
Dolores
abdominales sin intolerancia a la lactosa. Existe una estrecha correlación -no
discutida- entre la indigestión que causa la lactosa, la intolerancia a la
lactosa y la intolerancia a la leche.
Enfermedad
de Crohn. El doctor John Hermon-Taylor -director del Departamento de Cirugía de
la Escuela de Medicina del Hospital St. George (Gran Bretaña)- afirma tras
estudiar la enfermedad de Crohn durante 20 años que la Paratuberculosis -una
subespecie del Mycobacterium Avium- está indudablemente asociada a esa
patología. Y que ese microorganismo se transmite fundamentalmente a través de
la leche porque la pasteurización no la destruye. En un estudio realizado entre
1990 y 1994 sobre envases para leche se encontró con que el 7% estaba
contaminado con la Paratuberculosis.
Enfermedades
coronarias. Numerosos investigadores relacionan algunos componentes de la leche
-el colesterol, las grasas, su alto contenido en calcio, la presencia de
xantina oxidasa, etc.- con este tipo de dolencias. En el caso de la enzima
bovina xantina oxidasa se sabe que sólo causa problemas cuando la leche es
homogeneizada y que su daño se centra en los vasos sanguíneos. La posible
explicación está en que esta enzima atravesaría intacta las paredes
intestinales, se trasladaría a través de la sangre y destruiría el masmógeno,
uno de los componentes de las membranas de las células que forman el tejido
cardiaco. Uno de esos investigadores es el doctor Kurt Oster, jefe del servicio
de Cardiología del Hospital Park City en Bridgeport (Estados Unidos). Durante
un periodo de casi cuatro años Oster estudió a 75 pacientes que sufrían angina
de pecho y arteriosclerosis. Pues bien, se eliminó la leche de sus dietas y se
les dio ácido fólico y vitamina C -ambas combaten la xantina oxidasa- y en
todos los casos el dolor disminuyó. Es más, a ese respecto el doctor Kurt
Esselbacher -miembro de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard-
afirma sin tapujos: “La leche homogenizada, debido al contenido de xantina
oxidasa, es una de las mayores causas de enfermedades coronarias en Estados
Unidos”
Hay también
estudios realizados en Rusia según los cuales quienes beben tres o más vasos de
leche al día tienen 1,7 más probabilidades de padecer enfermedades isquémicas
cardíacas que quienes no la consumen. Igualmente se sabe que el consumo
habitual de productos lácteos aumenta el colesterol malo (LDL) sin afectar al
bueno (HDL) por lo que ya en sí mismos constituyen un factor de riesgo. Y
debemos añadir que el consumo de proteínas lácteas parece tener relación
directa con la mortalidad coronaria ya que se ha comprobado que los anticuerpos
creados contra la caseína activan el sistema plaquetario estimulando la
trombogénesis. Además se las relaciona con la inflamación de las paredes de las
arterias favoreciendo así el proceso arteriosclerótico.
En cuanto al
calcio de la leche cabe decir que parece existir relación entre el
endurecimiento de las arterias y el excesivo contenido de este mineral en
sangre.
Añadiremos
que la leche desnatada se ha asociado con enfermedades coronarias no isquémicas
en hombres mayores de 45 años y en mujeres mayores de 75. Se cree que las
proteínas de la leche contribuyen a la formación de la homocisteina. Para
muchos la conjunción de este tipo de leche, la lactosa, el calcio y la
homocisteína podría ser responsable de la calcificación de las arterias
Esclerosis
múltiple. Científicos de la Universidad de Michigan (Estados Unidos) están
llevando a cabo en la actualidad extensos estudios acerca de los factores
asociados con la esclerosis múltiple y si bien hasta ahora sólo han obtenido
conclusiones parciales han podido establecer relación entre la esclerosis
múltiple y un excesivo consumo de leche.
Estreñimiento.
La leche es causa conocida de estreñimiento en niños y ancianos. Su eliminación
de la dieta y un mayor consumo de vegetales y fibra suele resolver ese
problema. Asimismo, tanto el estreñimiento crónico como las lesiones perianales
se han asociado con una clara intolerancia a la leche de vaca.
Fatiga
crónica. Según un estudio realizado con niños en Rochester (Nueva York) en 1991
beber leche aumenta 44,3 veces el riesgo de padecer esta enfermedad.
Fístulas y fisuras anales. Podría deberse al parecer a la alergia a una proteína de la leche de cabra.
Fístulas y fisuras anales. Podría deberse al parecer a la alergia a una proteína de la leche de cabra.
Incontinencia
urinaria. Muchos niños que mojan las sábanas ya crecidos dejan de hacerlo en
cuanto eliminan de su dieta la leche, los productos que la contienen y los
derivados lácteos.
Intolerancia
a la lactosa. Para poder ser utilizada por nuestro organismo este azúcar de la
leche debe ser previamente hidrolizado y eso se consigue gracias a una enzima
llamada lactasa que va desapareciendo lentamente cuando comienzan a salirnos
los dientes. Parece que en la raza blanca la lactasa permanece durante más
tiempo que en la raza negra. Algo que podría deberse a la relación existente
entre la melanina y la lactasa. Las personas que viven en lugares fríos
tendrían por eso la piel más blanca a fin de aprovechar al máximo las
radiaciones solares y sintetizar vitamina D para fijar el calcio.
Se ha
observado también que en la mayoría de las personas que no producen lactasa o
lo hacen a niveles muy bajos la lactosa no hidrolizada pasa al intestino donde
es atacada por las bacterias y las consecuencias son fermentaciones,
meteorismo, cólicos, diarreas, etc. Todo lo cual provoca la irritación de las
paredes del intestino e incluso microheridas con pérdida de sangre. Y si esas
pequeñas hemorragias se producen de forma continuada acaban provocando
deficiencias de hierro.
Además la
lactosa puede provocar otros trastornos no menos graves ya que es responsable
de la asimilación de metales pesados como el cadmio, el mercurio y el hierro
así como de otras sustancias tóxicas.
Linfomas. Un
estudio realizado en la Universidad de Bergen (Noruega) durante año y medio con
casi 16.000 pacientes observó que las personas que consumen dos vasos de leche
al día presentan un riesgo 3,4 veces mayor de padecer linfomas que los que
beben menos. El mecanismo por el cual eso se produce todavía no está claro a
pesar de que se sabe que la leche de vaca puede transmitir el virus de la
leucemia bovina. Este mismo estudio encontró una asociación, aunque débil,
entre el consumo de leche y el cáncer de riñones y de los órganos reproductivos
femeninos.
Otro
mecanismo por el cual se pueden contraer linfomas es a través de leche
contaminada con dioxinas. En un artículo publicado en el periódico
norteamericano The Washington Post se afirmaba que las personas que consumen
grandes cantidades de grasa -como carne y productos lácteos son 10 veces más
propensas a contraer cáncer, especialmente de pulmón.
Migraña. Se
ha comprobado experimentalmente que cuando se suprime la leche de la dieta de
pacientes afectos de migraña se reducen significativamente sus síntomas.
Oídos,
garganta y sinusitis. En 1994 la revista Natural Health publicaba una serie de
hallazgos que relacionan a la leche con el aumento de las infecciones de los
oídos y la garganta. Los estudios demostraron que las amígdalas y las adenoides
reducían su tamaño cuando se limitaba el consumo de leche.
Reacciones
alérgicas. La alergia a las proteínas de la leche de vaca se ha definido como
“cualquier reacción adversa mediada por los mecanismos inmunológicos a una o
más de las proteínas de la leche (caseína, alfa lacto-albúmina,
betalactoglobulina)”. Actualmente muchos estudios médicos reconocen la relación
entre la leche y las reacciones alérgicas estableciéndose su prevalencia entre
un 2 y un 5% de la población mundial. La reacción alérgica puede ser inmediata
-es decir, en menos de 45 minutos- o tardía -presentándose horas o días más
tarde.
Sangrado
gastrointestinal. El sangrado gastrointestinal secundario a la intolerancia a
las proteínas de la leche de vaca en niños ha sido adecuadamente documentado.
Tan serio es el sangrado que se le coloca como una de las causas más comunes de
anemia en niños.
Síndrome de
mala absorción. Investigadores de la Universidad de Helsinki (Finlandia) han
comprobado la relación entre las proteínas de la leche y el daño a la mucosa
intestinal. Este daño es el responsable del síndrome de mala absorción que se
caracteriza por diarreas crónicas, vómitos y retardo del crecimiento.
Trastornos
del sueño. Estudios realizados en la Universidad Free de Bruselas entre los
años 1986 y 1988 confirmaron la relación entre el consumo de leche y los
trastornos del sueño en los niños. Éste y otros estudios han hallado relación
entre la alergia a la leche y los problemas para dormir. Todos los síntomas
mejoraban cuando se excluía la leche de la dieta y empeoraban cuando era
reintroducida. El tiempo promedio para notar la mejoría era de cinco semanas. La
agitación que manifestaban esos niños también mejoró.
Úlceras
pépticas. En el pasado se aconsejaba tomar leche a las personas que padecían
problemas estomacales, en especial en caso de úlceras. En la actualidad esa
práctica se desaconseja por considerarse peligrosa y porque se sabe que la
leche y sus derivados agravan todos los síntomas. El alivio temporal que
sentían esos pacientes se podía deber simplemente al hecho de que normalmente
la leche se tomaba fría y era la temperatura del líquido lo que hacía mejorar
la situación transitoriamente.
Otras
reacciones provocadas por la leche. Además de las expuestas existen otras
situaciones y dolencias que se relacionan con la ingesta de leche. Por ejemplo
la acidosis láctica severa asociada a la alergia a la leche de vaca, el aumento
del riesgo de preeclampsia en mujeres sensibles, la dificultad de aprendizaje
en niños o algunos casos de infertilidad femenina. Por último es importante
señalar que las madres que toman leche de vaca durante el período de la lactancia
exponen a sus hijos a los riesgos asociados a este alimento.
José Ramón
Llorente
PD: el autor
de este texto es presidente de la Sociedad Española de Nutrición Ortomolecular
y los estudios que se citan en el artículo están perfectamente documentados y
si no se mencionan es por razones de espacio.
Problemas
que puede provocar la preparación de la leche y así poder ser consumida tiempo
después de ser extraída
La
naturaleza previó que la leche -humana o animal- sirviera para alimentar a las
crías directamente, en el momento y sin intervención mecánica, física o
química. Sin embargo, la decisión del ser humano de seguir ingiriendo leche
tras el periodo natural de lactancia le llevó a ordeñar a los animales
domésticos y, con el tiempo, a buscar métodos que permitieran conservarla largo
tiempo en condiciones lo más higiénicas y saludables posibles. Búsqueda que
desembocó en los sistemas actuales. Hablemos pues de ellos.
La
homogeneización. Se trata de un proceso mecánico mediante el cual se reduce el
tamaño de las partículas de grasa de la leche evitando que la crema se
concentre en la superficie. Y para que ese tamaño sea homogéneo se dispara el
chorro de la leche a presión contra una plancha de acero a una temperatura de
entre 50 y 60º C. Se consigue así una leche más
blanca que luego se mantiene líquida en el envase. El inconveniente es que con
ello también se rompen gran parte de las estructuras lipídicas y proteicas por
lo que si esa leche se expone a luz artificial durante varias horas se
convierte en una sustancia no apta para el consumo. Además, según algunos
expertos al disminuir en diez veces el tamaño de las partículas de grasa este
procedimiento puede incrementar el riesgo de padecer ataques al corazón en
quienes consumen grandes cantidades. La posible explicación está en la enzima
bovina xantina-oxidasa que atravesaría intacta las paredes intestinales y,
utilizando la sangre como vehículo, destruiría el masmógeno, un componente de
las membranas celulares del tejido cardiaco.
Pasteurización.
Consiste en la aplicación de altas temperaturas durante un tiempo determinado.
Con este método se destruye la mayor parte de los microorganismos que pueden
alterar la leche pero no todas las esporas (formas de resistencia de los
microorganismos). A través de la pasteurización se obtiene la “leche fresca del
día” -así se comercializa- que se mantiene en condiciones adecuadas sólo
durante 2 o 3 días. Existen dos tipos de pasteurización: la pasteurización alta
-que tiene una duración de 15 segundos a una temperatura de 72º C- y la pasteurización baja -que dura 30 minutos a 65º C-. Posteriormente la leche es sometida a un
enfriamiento rápido pero si este último tratamiento no se realiza de forma
correcta se corre el riesgo de que germinen las esporas que hayan sobrevivido
al tratamiento térmico. Además con este método se produce la coagulación de las
proteínas, se eliminan las bacterias propias de la leche que servirían
posteriormente para la elaboración de quesos y se pierde el 5% de las vitaminas
B1 y B6, el 10% de la B12 y el 25% de la vitamina C.
Esterilización.
Se trata de un proceso que combina altas temperaturas en un tiempo bastante
largo. Así se asegura la ausencia de gérmenes patógenos y toxinas y el producto
se mantiene en buenas condiciones durante más tiempo. Sin embargo con este
proceso se pierden las vitaminas B1, B2, B3, B6, B12, A, C y D así como algunos
aminoácidos esenciales.
UHT.
Hablamos de leche que ha sido tratada a temperaturas muy altas en un tiempo muy
corto. El problema es que las alteraciones bioquímicas que sufren las proteínas
con este tratamiento son muy importantes.
Tipos de
leche de vaca
Leche
entera. Presenta el mayor contenido en grasa láctea. Su aportación calórica y
de colesterol es muy elevada: un vaso de leche aporta 7,2 gramos de grasa y unas
123 calorías. De ahí que el impacto de esta sustancia sobre el sistema
cardiovascular sea muy significativo.
Leche
descremada. Tiene menos calorías que la leche entera. En función de la cantidad
de grasa se la llamará desnatada (<0.18%) o semidesnatada (0.5-2%). Tiene un
sabor más suave y su valor nutritivo disminuye. Leche condensada. Es leche
entera a la que se le retira aproximadamente un 60% de su contenido acuoso y se
le añade un 40% de su peso en azúcar impidiendo así en buena medida la
proliferación de bacterias aunque cabría cuestionar las consecuencias para la
salud de tan alta cantidad de azúcar. Leche en polvo. Se consigue calentando la
leche líquida hasta que pierde aproximadamente el 60% del agua que contiene. En
el proceso se pierden ente un 25 y un 50% de las vitaminas hidrosolubles
(vitamina C y complejo B). En cuanto a los quesos las materias primas
utilizadas pueden ser muy diversas así como los procedimientos de elaboración y
las variedades pero todos tienen un denominador común: necesitan la coagulación
de la caseína por medio del cuajo. Y lo que no todos los vegetarianos saben es
que el cuajo se elabora con mucosa desecada de la cuarta cavidad estomacal de
los rumiantes y, en ocasiones, del cerdo. Por lo que al tomarlo se está
ingiriendo un derivado animal.
Una historia
real La historia de la profesora Jane Plant, geoquímica y jefa científica del
British Geological Survey -una prestigiosa institución pública británica que se
dedica a la investigación en materia de Geología-, puede constituir un
significativo ejemplo para muchas mujeres ya que ha sobrevivido a 5 tumores
mamarios y a las prácticas médicas convencionales para tratar su cáncer. Y lo
ha hecho, según afirma ella misma, de una forma muy sencilla: eliminando todos
los lácteos de su dieta. Su historia es parecida a la de otras muchas mujeres.
Sintió el mismo pánico cuando le diagnosticaron cáncer de mama y confiada en el
buen saber y hacer de los oncólogos se sometió a una mastectomía y a la
irradiación de sus ovarios porque le dijeron que así se provocaba la
menopausia, se suprimía la producción de estrógenos y se podría curar el
cáncer.
Pero todo
resultó falso. De hecho el cáncer se le reprodujo hasta 4 veces. “Sufrí la
amputación de una mama, me sometieron a radioterapia y a una quimioterapia muy
dolorosa. Me vieron los especialistas más eminentes de mi país pero en mi fuero
interno estaba segura de que me estaba enfrentando a la muerte. Y estuve a
punto de tirar la toalla”, cuenta la profesora Plant en su libro Your life in
your hands (Tu vida en tus manos) en el que relata su propia experiencia y
explica cómo llegó a la idea que ha salvado su vida: “A raíz de un viaje de mi
marido a China -cuenta en su obra- empecé a pensar en que mi enfermedad era
virtualmente inexistente en dicho país. De hecho sólo una de cada 10.000
mujeres muere de cáncer de mama en China mientras que sólo en el Reino Unido
las cifras oficiales hablan de una de cada 12. Entonces mi marido -que también
es científico- y yo misma empezamos a investigar sobre la forma de vida y
alimentación de los orientales hasta que llegamos a la idea que me salvó la
vida: las mujeres chinas no enfermaban de cáncer de mama ni los hombres
desarrollaban tumores prostáticos porque son incapaces de tolerar la leche y,
por tanto, no la toman. Es más, supimos que los chinos son incapaces de
comprender la preocupación occidental por tomar leche de vaca. Ellos nunca la
utilizan ¡y menos para amamantar a sus bebés! Y si te paras a pensarlo no puede
ser una simple casualidad que más del 70% de la población mundial sea incapaz
de digerir la lactosa. Hoy lo que creo es que la naturaleza intenta avisarnos a
tiempo de que estamos comiendo un alimento equivocado”.
Cuando Jane
Plant se planteó todo esto se estaba tratando con quimioterapia su quinto tumor
mamario. Y fue entonces cuando decidió suprimir por completo la ingesta de
lácteos, incluidos todos los alimentos que contienen algo de leche: sopas,
galletas, pasteles, margarinas, etc. ¿Y qué sucedió? “En sólo unos días -recoge
en su libro- el tumor empezó a encogerse. Dos semanas después de mi segunda
sesión de quimioterapia y una semana después de haber suprimido la leche y sus
derivados el tumor empezó a picarme. Luego se ablandó y comenzó a menguar. Unas
seis semanas después había desaparecido. De hecho mi oncólogo del Charing Cross
Hospital de Londres no pudo reprimir exclamar un maravillado ‘¡No lo
encuentro!’ cuando examinó la zona donde había estado el bulto. Por lo visto no
esperaba que alguien con un cáncer tan avanzado -ya había invadido mi sistema
linfático- pudiera sobrevivir”. Afortunadamente aquel oncólogo logró superar su
escepticismo inicial y en la actualidad recomienda una dieta sin lácteos a sus
pacientes. Convencida de que dejar de tomar lácteos era lo que le había salvado
la vida Jane Plant decidió plasmar sus conocimientos y su experiencia en el
libro antes mencionado. Y de inmediato más de 60 mujeres aquejadas de cáncer de
mama se pusieron en contacto con ella para pedirle consejo. Sus tumores también
desaparecieron. “Aunque no fue fácil aceptar que una sustancia tan ‘natural’
como la leche pudiera tener tales repercusiones para la salud -explica Plant-
ahora no me cabe duda de que la relación entre los productos lácteos y el
cáncer de mama es similar a la que existe entre el tabaco y el cáncer de
pulmón. Pero no sólo eso porque, por ejemplo, ya en 1989 el doctor Daniel
Cramer -de la Universidad de Harvard- determinó que estos productos están
implicados en la aparición del cáncer de ovarios. Y los datos sobre el cáncer
de próstata conducen a conclusiones similares. La propia Organización Mundial
de la Salud (OMS) afirma que el número de hombres que padecen este cáncer en
China es de 0,5 por cada 10.000 mientras que en el Reino Unido la cifra es 70
veces mayor. La clave está pues, sin duda, en el consumo de lácteos”. Para la
profesora Plant la leche de vaca es un gran alimento…¡pero sólo para los
terneros! Y afirma convencida que la naturaleza no la ha destinado a ser
consumida por ninguna otra especie. “De hecho estoy convencida -concluye- de
que salvé mi vida por dejar de consumir leche de vaca. Sólo deseo que mi
experiencia puede servir a más mujeres y hombres que, sin saberlo, pueden estar
enfermos a causa de los lácteos que consumen”. En su libro, además de detalles
de su propia experiencia e interesantes datos sobre sus investigaciones acerca
de los efectos de la leche de vaca sobre nuestra salud, se recogen una serie de
recomendaciones nutricionales que se resumen en alimentarse básicamente de
leche de soja, té de hierbas, semillas de sésamo, tofu, nueces, pescado,
huevos, carne magra (no ternera picada, que puede ser vaca lechera), mucha
fruta y verduras frescas.
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